En días recientes, las aguas teñidas de rojo por la matanza de delfines en Japón ocasionaron revuelo de conciencias. No fue fácil para los ojos puritanos ver la sangre que vertían estos mamíferos sonrientes.
Entiendo que con el delfín nos identificamos de alguna manera. Será su constante sonrisa, será su docilidad en cautiverio, su facilidad al entrenamiento o quizás los hemos elevado a un status de ser inteligente que hace que empaticemos.
La razón de los japoneses para matar a estos animales, al igual que siguen teniendo una flota ballenera importante, es comercial. Utilizan su carne para comer, y en el caso de las ballenas utilizan su aceite, entre otras cosas. Entonces la matanza es por la supervivencia de otra especie, tal y como el delfín hace con la sardina.
Pero estas mismas personas que se lamentan de la suerte de estos animales siguen teniendo en su mesa un buen filete. Y nunca se ponen a pensar que la forma en que murió ese animal fue igual o peor que los delfines. Si ponemos fotos de como mueren las reses, los pollos, los patos, los gansos (foie gras – higado de ganso) o simplemente el mismo atún, ¿Seguirían comiendo?
Tan reprochable es la acción de estos pescadores japoneses, como lo son las acciones de los ganaderos de nuestra región. pero más aún lo es el que consume estos productos, por que mientras exista mercado se seguirá haciendo.
Quizás lo que odiamos no es que los animales mueran de esa forma, sino el hecho que alguien nos lo muestre.
Utilizamos a las otras especies de mila maneras, cada una de ellas más crueles que las otras. Con propósitos médicos la experimentación en todo tipo de animales se ha dado a gran escala. Muchas de nuestras medicinas y vacunas provienen de partes de animales (cerdo principalmente) o existen gracias al sacrificio de miles de ellos.
Ni que decir de la industria de la belleza, donde los cosméticos son probados en ellos para ver que tipo de reacciones se tendrán antes de llegar al mercado. Miles de ratones quedan ciegos para que nuestras mujeres puedan ponerse un delineador sin problemas.
Más reprobables es la utilización de los animales sólo para diversión, como las peleas de peces (Tailandia), de gallos, de perros o carreras de caballos, rodeos. Incluso los zoológicos, circos y acuarios; también la cacería recreativa. Por otro lado tenemos las corridas de toros. La crianza de estos animales es exhaustiva, tienen una gran vida, la mejor alimentación y los mejores cuidados. El toro de lidia es una especie que sin la fiesta brava difícilmente existiría ya que es costosa su crianza y se paga bien en el ruedo. Su muerte es dura, muy dura. Y es sólo para diversión.
La explotación de animales se da en muchos ámbitos. Ninguno es agradable, ni siquiera el arrastrar un arado o una carreta. Pero lo hacemos de manera natural, se nos da como especie. No hemos encontrado otra forma de lidiar con nuestros instintos más básicos. Cuando somos el depredador número uno de la naturaleza, incluyendo a nuestra propia especia, ¿qué se puede esperar?
Quizás la solución es volvernos todos vegetarianos. Y esto durará hasta que sea más del conocimiento público el sufrimiento de las plantas, ¿qué más nos quedará? posiblemente la fabricación de alimentos sintéticos. Hasta que descubramos que al mover moléculas perjudicamos a algo o a alguien. No hay forma, cada actividad humana afecta al medio ambiente.
¿Qué es entonces lo doloroso, lo reprochable? ¿Qué no lo hagan en lo obscurito mientras yo disfruto de un buen corte de carne, en mis zapatos y cinto de piel vacuna, recién bañado con shampoo y jabón probado en animales y le doy un beso a mi esposa que luce hoy muy bella con esos cosméticos que no le irritan la piel por qué murieron primero algunas decenas de animalitos?
Que no molesten mi vista y mi conciencia con esas imágenes esos japoneses asesinos. Que me dejen vivir mi santa vida por que yo no asesino a nadie. A mi me gustan los animales y los defiendo. Que aprendan a vivir como yo que si soy humano.
Sí no eres tú ¿quién?, sí no es ahora ¿Cuándo?
Estoy en contra de la crueldad, contra cualquier ser vivo. Y en el caso de los animales habría que definir crueldad como el maltrato innecesario sobre una especie, porque en este caso no puedo aplicar el «no le hagas a otros lo que…» por que seguiremos matando especies para sobrevivir y no tenemos alternativas viables. Soy afecto al vegetarianismo, odio los espectáculos de animales (acepto que me agradan los acuarios) pero no puedo desligarme al 100% del consumo de alguno de sus productos, ya que muchos ni siquiera sabemos que provienen de ellos. Lamento la suerte de estos animales (con los que pasé buenos momentos estas vacaciones) pero se que es poco lo que se puede hacer, más yo pongo mi parte y trataré que sea mayo cada día.
El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a otros.
Jaime Luciano Balmes (1810-1848) Filósofo y sacerdote español.