Nosotros, el pueblo…

¿Porqué, a pesar de tantas evidencias en contra, Morena llegará fortalecido a las lecciones del siguiente año? Y con un margen suficiente para volverse a hacer de ambas Cámaras y con ello seguir todo el sexenio imponiendo sus formas. La respuesta es porque se sigue considerando en muchas partes un movimiento y no un partido, a pesar de nos ser ninguna de las 2 cosas.

Los movimientos políticos son promesas de cambio de la realidad a la posibilidad de hacer, a diferencia de los partidos políticos, que deben operar en el marco de la realidad, siguiendo las reglas del juego pero manteniéndose inmóviles.

Esa es la razón por la que en muchos lugares, tanto en países en vías de desarrollo como en países cosnsiderados potencias democráticas, hemos visto agruparse a la gente en torno a implacables y audaces líderes populistas para avanzar juntos y atacar esa realidad que ellos llaman el sistema; para atacar las propias reglas del juego por juzgarlas disfuncionales y corruptas.

En otras palabras, «les invisibles», las masas, durante tanto tiempo consideradas indiferentes a la política y a los asuntos mundiales, están retirando globalmente su consentimiento implícito al sistema representativo actual.

El trabajo de cambiar el curso global de los acontecimientos constituye, obviamente, una tarea demasiado ardua para el frágil yo, de ahí que el «nosotros» esté volviendo al mundo de la política y de la ética. Y ese retorno constituye el núcleo del fenómeno global que hoy presenciamos. El «nosotros» anhela distanciarse de la tierra firme del lenguaje quiere saber quién es el pueblo real, el pueblo verdadero, debe hacerse la pregunta: ¿qué es el nosotros?; o bien, ¿por qué yo ya no quiero ser yo sino nosotros?

Y al existir ese «nosotros» de manera inmediata existe un «ellos» y son «ellos» lo que impide, en este nuevo discurso, que «nosotros» podamos ser grandes. Y así se da algo sólido a lo que odiar.

Y cuando se empieza a hablar en nombre de nosotros –como ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia–, esa masa se muestra dispuesta a sacrificarse. Como los estadounidenses saben muy bien por su propia Constitución, las palabras «Nosotros, el pueblo» pueden construir un nuevo país y obligar a un imperio a hincar la rodilla. Y, lo crean o no, incluso los británicos, un pueblo que se enorgullece de no dejarse conmover con facilidad, tampoco son inmunes al encanto del nosotros.

«Hemos luchado contra las multinacionales, hemos luchado contra los grandes bancos comerciales, hemos luchado contra la gran política, hemos luchado contra las mentiras, la corrupción y el engaño… (Esta será) una victoria del pueblo real, una victoria de la gente corriente, una victoria de la gente decente.»

Aunque estas palabras podrían hacernos pensar en Salvador Allende, el líder marxista de Chile, hablando tras su victoria electoral en 1970, en realidad son de Nigel Farage, el antiguo líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y, por cierto, también antiguo banquero. Las pronunció la mañana del 24 de junio de 2016, al día siguiente del referéndum del Brexit británico.

También él utilizaba la magia ancestral asociada a hablar en nombre del «pueblo». Aquel mismo día, sin embargo, muchos londinenses cosmopolitas, que fueron automáticamente excluidos de tan enardecedor discurso, se preguntaron quién era ese pueblo real y por qué mostraban tanto rencor hacia las grandes ciudades y las personas cultas. Y los que tenían edad suficiente empezaron a escuchar ciertos ecos que resonaban a través de varias décadas.

Esos viejos ecos se llama populismo, y el populismo no son heridas dentro del sistema político, el actual populismo es un vástago mutante de la deteriorada democracia representativa. Y es en este punto donde los movimientos como Morena adquieren su fuerza que sumados al ejercicio del poder les da los votos para seguir avanzando ya que toda acción de gobierno tiene un sólo fin, que rinda frutos electorales.

El voto que gana una elección no es el voto racionado, es el voto visceral, se gana con emociones no con razones. Por lo que la única manera de poder revertir la posibilidad de triunfo en 1 año, es la de manifestar constantemente el dolor que se ha causado en el ejercicio de gobierno, recordar los muertos, los desaparecidos, la mentira y las promesas no cumplidas. Dejar claro en el subconsciente de ese «nosotros» de ese pueblo real, que el dolor es mayor ahora y seguirá creciendo por ese camino.

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